Somos ordas de seguidores los que hemos estado siguiendo la trayectoria de Nacho Vigalondo desde que sorprendió a todos con la nominación de un corto suyo para los Oscars, era señal de la buena salud de las generaciones futuras del cine español. La grata sorpresa de que estaba grabando su ópera prima fue sólo un anticipo del sufrimiento que hemos pasado: la nula acogida de la película por parte de las distribuidoras españolas; el éxito rotundo en el estranjero, simbolizado en la recogida de premios, el anuncio de un remake... Muchos han estado con la obra descargada del Emule (en USA ya está en DVD), esperando si Vigalondo daba su bendición, o lo que es lo mismo, si ya era imposible que hubiera algún distribuidor con dos dedos de frente que se atreviera a proyectarla. Al final ha sucedido
La espectación creada alrededor de la película ha sido signa de un gran estreno hollywoodiense. Un juego de promoción y continuas entrevistas han provocado gran espectación. Tan altas espectativas es muy peligroso para poder analizar la película como otra más, cualquier fallo puede ser un desengaño muy grande. Menos mal que casi no ha sido así.
El protagonista, atraído por una bella muchacha, se adentra en el bosque cuando es atacado por un hombre con la cara vendada. Su perpetua huída le lleva a meterse engañado en una máquina del tiempo que le retrocede a momentos antes del ataque, pero a su vez ha creado un doble que vive lo que él vivió anteriormente... Vamos un puñetero bucle.
Lo malo de las películas de viaje en el tiempo es encajar cada una de las piezas que componen la historia, con sus causa-efecto, y no dejarse nada por el camino o no sacarse nada de la manga. En este aspecto, Los cronocrímenes es un reloj suizo, funciona y marcha con una exactitud meticulosa, señal de un esmero en el guión al que no estamos acostumbrados. El fallo es que en los continuos viajes atrás se vuelven a repetir cada una de las acciones, y esto provoca una reiteración que al espectador aburre. Crea una sensación de: eso ya lo sé, date prisa y pasa a otra cosa.
Es es el gran defecto, el poco dinamosmo de algunos momentos, sobre todo del segundo acto. Otro fallo es la mala decisión de escoger a Karra Elejalde como actor principal.; su interpretación es nefasta, en contraposición a su brillante carrera. Siempre la misma cara, el mismo tono de voz (asustado, agresivo, cariñoso, reflexivo...), se podría decir que Chuck Norris lo hubiera hecho mejor.
Hay gente que cree muy discutible la decisión de Vigalondo de no dejar las cosas mejor atadas, las motivaciones de los personajes no están claras al principio del film, pero si el porqué de las acciones posteriores. Desde mi punto de vista, es el encanto de la película, esa sensación de que se nos escapa de las manos, que hay un orden superior que ordena todo y que nos manda sólo seguir los acontecimientos, no recrear ni adivinarlos. Te abandonas a un principio abierto y a un final cerrado sólo para uno de los protagonistas visibles...
La dirección de Gabilondo es clara y efectiva, eficaz para la historia que narra. ¿Que debería haber sido más arriesgado? Quizá, es su primera película y debía haber echado toda la carne al asador. El miedo a no fastidiarla ha provocado que sea más conservador realizando, pero también hay que reconocer que el peso de la película recae en el guión (como muchos de sus cortos), así que, por lo menos, ha cumplido.
En resumen (menudo tostonazo), reseñable ópera prima, con defectos, por supuesto, pero que no emborronan la multitud de virtudes de obra tan interesante, sobre todo para ser un primerizo. Gabilondo no defrauda, y habrá que seguirle la pista.
Puntuación: *******